La intermodalidad como eje de integración sistémica hace a la uniformidad técnica, pues un contenedor o un semiremolque pueden circular por todas las trochas y gálibos -con material rodante especializado-, y los vehículos de pasajeros multitrocha hacen lo propio para con el viajero. Los límites son el ingenio y las políticas públicas activas y proactivas.
Las reglamentaciones comerciales homogéneas que aseguren la igualdad concurrencial (accesibilidad territorial asegurada a tarifa equilibrada), donde todos los modos de transporte participen aportando sus propias eficiencias y especificidades a un conjunto sistémico e integrado, serán la barrera o el impulso hacia esa inclusión territorial a partir de la oferta de las redes de transporte y la posibilidad verdadera de acometida de los servicios modales e intermodales.
Entre los preconceptos desacertados a la hora de conversar sobre la regulación del acceso ferroviario multilateral (open access o acceso abierto), una de las excusas es la capacidad de los sectores de las redes. Pues bien, allí cabe una respuesta, si se quiere, microeconómica: Si place justificar las vías solo por las demandas operativas y se es previsor y consecuente con esas demandas, las vías tendrán justificadas cada una de las inversiones inherentes al aumento de las capacidades.
La mirada sistémica de las redes de integración territorial bajo una política pública que entienda para qué tenemos un espacio territorial determinado que defendemos en las cortes internacionales como de jurisdicción de la República Argentina, no tiene otra forma de dar garantía a la misma que asegurando la accesibilidad intermodal a todos los rincones. En algunos podría convenir, también, el ferrocarril, además del camino y, quizá, agua y aire, según sea el caso.
Autor: Jorge de Mendonça
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